El Can Vidalet seguirá en Primera Catalana una temporada más.
La plantilla, el club y la afición ha sudado de lo lindo para conseguir un objetivo que se antojaba muy complicado antes de las últimas 6 jornadas. A veces los sueños se cumplen, pero no solo hay que cerrar los ojos y apretar muy fuerte los puños, también hay que hacer muchas cosas bien. El Can Vidalet las ha hecho y el resultado es este: competir en Primera Catalana por tercera temporada consecutiva.
El final de temporada bien vale una celebración y una victoria como la que se produjo en Tona (2-3). Más de 250 aficionados llenaron las gradas y animaron el equipo sin parar, para después celebrarlo encima del césped.
El día de la permanencia empezaría temprano en el barrio, eran las 9h de la mañana y la calle Molí ya latía. Llegaban los jugadores, la Peña de La Terraza se concentraba delante de las puertas del campo, y el ambiente desprendía que ese iba a ser un día memorable. Todos juntos. No importaba si eras jugador, presidente, madre, aficionado o hijo. El objetivo era el mismo: quedarnos un año más en Primera Catalana. Tona era el camino para llegar a la meta.
Los autocares repletos de aficionados empezaban la andadura de la permanencia. “Nos han desbordado” nos contaba la propietaria del bar del campo de Tona. Y es que estaban advertidos que la marea de Can Vidalet subiría en masa, pero nunca confiaron en la capacidad y determinación para llenar un campo que se encuentra a 60km de El Molí.
El final de temporada del equipo ha sido para sacarse el sombrero. 13 puntos de 18 posibles, sólo cediendo 1 empate contra Manlleu y una derrota contra el Girona. El equipó ganó a Rubí, Llagostera, Sant Juan Montcada y Tona. Y es que ha sido en el momento más difícil cuando los jugadores han demostrado todo lo que valen. Atrás han quedado los 10 partidos seguidos sin ganar, los encuentros dónde al equipo le costó encontrar el gol y las malas sensaciones. Seguramente, gracias a todos los malos momentos pasados, el equipo ha ejercido con una madurez excepcional el momento más crítico de la temporada. A pesar de tantos momentos de tensión, nadie estaba preparado para vivir los últimos 10 minutos que se vivieron en Tona.
El equipo ganaba 1 a 3 y el equipo local marcaría el segundo. Fueron 10 minutos de infarto, con una tensión que resume lo vivido en toda la temporada. La liberación con el silbato del árbitro fue histórica. La afición entró en manada en el campo y juntos celebramos la permanencia. Vimos lágrimas, sonrisas, abrazos, gritos de liberación y gritos de alegría. Mucha alegría.
Y es que después de 10 meses de competición, de luchar desde el mes de enero para salir del descenso, de sufrir cada fin de semana, de mirar la clasificación con el rabillo del ojo por no ver el equipo a bajo de la tabla, todo valió la pena. Todo valió la pena. Dicen que el fútbol siempre te devuelve lo que le das, y creo que esta frase no puede hacer más justicia a este equipo. Ha tratado siempre el balón y el fútbol con alegría, a través de unos valores reconocibles dentro y fuera del campo. Los jugadores se han dejado el alma en cada entreno, y el grupo se ha unido y blindado para sacarlo adelante. El equipo sacó la armadura y la lanza determinado a salvar la categoría, y a los lomos de su afición ha sido capaz de sobreponerse a todas las adversidades.
La alegría vivida en el circulo central de Tona ya queda para la historia de toda una temporada y de un club. “Yo quiero celebrar cómo ellos” decían los niños del fútbol base del Tona, que nos miraban y admiraban atónitos. Esa fiesta fue mucho más que la celebración de una permanencia, era el resultado de un trabajo excepcional de todo un club, que crece pasito a pasito, y va dejando huella por allí dónde pisa.
En Tona nadie se va olvidar del Can Vidalet, y la Primera Catalana ya está preparada para otro año inolvidable. Si a seis partidos del final alguien dijo que salvarse era un sueño, yo le digo que nos acompañe la temporada que viene. ¡Seguiremos soñando!